El progreso científico ha derivado en la generación de novedosos productos cuyas prestaciones ofrecen grandes ventajas a la sociedad en ámbitos diversos. Las soluciones constructivas y tecnológicas de los últimos años han llevado consigo avances palpables, que tienen su origen en muchos casos en el uso de materiales de tamaño muy reducido.

Entre ellos, es posible destacar, los denominados “nanomateriales”, materiales que pueden tener composición y propiedades muy diferentes con una dimensión externa de todas o parte de las partículas que los constituyen inferior a 100 nanómetros.

Hoy en día, los nanomateriales están presentes en un amplio abanico de sectores laborales, utilizándose, entre otros, en los ámbitos de medicina, ingeniería aeroespacial, electrónica, ciencia de materiales, construcción, o la industria alimentaria.

La introducción emergente de nanomateriales en los procesos productivos se traduce también en que, en muchos casos, la población trabajadora puede encontrarse expuesta a productos cuya propia peligrosidad se desconoce y frente a los que no se han contemplado medidas preventivas en las evaluaciones de riesgos de los puestos de trabajo.

Teniendo en cuenta lo indicado, una cuestión clave a nivel preventivo, es que el uso de los nanomateriales se realice de forma controlada en los lugares de trabajo. Para ello, como punto de partida, será necesario tener presente algunos puntos destacados relacionados con los riesgos por exposición a nanomateriales, tales como los siguientes:

  • El reducido tamaño de los nanomateriales puede contribuir a aumentar significativamente los riesgos de incendio y explosión en las zonas de trabajo en que se encuentran.
  • Los efectos toxicológicos de los nanomateriales están ligados a factores relacionados con sus propias características toxicológicas, con las de la exposición (tales como las vías de entrada en el cuerpo humano, la duración y frecuencia de la exposición) y con la propia susceptibilidad de la persona. Conforme menor es el tamaño de las partículas, mayor es su reactividad y la posibilidad de que estas causen efectos negativos en el organismo.
  • Los efectos negativos más importantes observados en estudios sobre nanomateriales realizados en animales se localizan en los pulmones. También se ha visto que pueden afectar al sistema cardiovascular y a órganos y tejidos, como el cerebro, los tejidos blandos, los riñones, el esqueleto o el hígado.
  • Algunos nanomateriales, como el dióxido de titanio, han sido clasificados por la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer como “posiblemente carcinógenos para los seres humanos”.
  • La exposición a nanomateriales puede producirse en cualquiera de las etapas de su ciclo de vida (síntesis, incorporación al producto intermedio o final, uso, eliminación de residuos que los contienen) y también en operaciones de mantenimiento y limpieza.
  • Las medidas preventivas frente a nanomateriales deben combinar aspectos técnicos y organizativos. A tal fin, deben seleccionarse conociendo debidamente sus características, los procesos productivos en que pueden presentarse, los procedimientos de trabajo, las características del lugar de trabajo, las exposiciones potenciales y los colectivos especialmente sensibles en el seno de la empresa. En todo caso, deberán seguirse los principios de la acción preventiva, buscando como primera medida la eliminación del riesgo en el origen, como segunda la reducción de la propagación, y, por último, la actuación directa sobre las propias personas expuestas facilitándolas los correspondientes medios de protección.