Las olas de calor, cada vez más intensas, suponen un riesgo para la salud y seguridad de las personas trabajadoras
La intensificación de las olas de calor en España ha puesto en jaque la salud y la seguridad de millones de personas trabajadoras. Lo que hasta hace poco se consideraba un riesgo puntual durante el verano hoy forma parte de la rutina laboral en sectores como la agricultura, la construcción o la logística.
Frente a esta realidad, USO exige no solo el cumplimiento y la mejora de la normativa vigente, sino una verdadera transformación de las relaciones laborales para proteger la vida y el bienestar colectivo.
Impactos fisiológicos del calor extremo
La exposición prolongada a temperaturas extremas desencadena desde un estrés térmico leve hasta cuadros graves de golpe de calor. Cuando la temperatura corporal supera los 38 °C, aparecen síntomas de agotamiento, deshidratación y calambres musculares; si llega a 40 °C, el riesgo de fallo multiorgánico se dispara.
En España, los accidentes laborales aumentan un 17 % durante las olas de calor. Además, cada año mueren alrededor de 1.300 personas debido a patologías asociadas al calor (golpes de calor, insuficiencia renal o alteraciones cardiovasculares, entre otras).
A nivel mundial, más del 70 % de las personas trabajadoras está expuesta anualmente a condiciones de calor extremo, lo que provoca casi 19.000 muertes laborales al año y multiplica por 1,17 el riesgo de sufrir un siniestro durante estos episodios.
Impactos sociales del calor
El calor exacerba las desigualdades existentes. Los trabajadores temporales, migrantes o subcontratados carecen con frecuencia de espacios de descanso adecuados, acceso a agua potable y protocolos de prevención claros.
Por su parte, las mujeres, aunque menos numerosa en oficios de exterior, sufren mayores tasas de agotamiento por menor superficie corporal y ritmos circadianos distintos. Además, el aumento de la irritabilidad y la fatiga cognitiva traslada el riesgo a las relaciones interpersonales en el centro de trabajo, elevando la tensión entre compañeros y con la ciudadanía en servicios de atención.
Estos factores, junto al miedo a perder el empleo por ausentarse durante episodios extremos, contribuyen a la precarización y al silencio de quienes más sufren.
Impactos económicos de las olas de calor
Más allá del drama humano, las olas de calor golpean también la economía. El Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo (INSST) prevé que, de aquí a 2060, Europa podría perder más del 1 % de su PIB anual a causa de la menor productividad ligada al calor extremo. Esto equivaldría a cientos de miles de millones de euros en todo el continente.
A medio plazo, el calentamiento global acelera el deterioro de infraestructuras y eleva la factura sanitaria pública: atención de urgencias, hospitalizaciones por golpes de calor y tratamientos de enfermedades laborales crónicas.
Normativa de aplicación
En cuanto a la regulación para el trabajo durante las olas de calor, disponemos de dos textos de referencia:
- Real Decreto-Ley 4/2023, de 11 de mayo: prohíbe el trabajo al aire libre durante avisos naranja o rojo de la AEMET. Obliga a adaptar o interrumpir jornadas cuando las medidas preventivas no garanticen la seguridad.
- Real Decreto 486/1997, de 14 de abril: fija las condiciones térmicas en interiores (17–27 °C en tareas sedentarias, 14–25 °C en no sedentarias) y la humedad relativa (30–70 %)
- El Real Decreto-ley 8/2024 o permiso laboral por riesgo climático: permiso retribuido en casos de fenómenos meteorológicos adversos. Aunque pionero, su aplicación sigue siendo desigual y depende de la voluntad empresarial y de la presión sindical local.
Infracumplimiento normativo
La normativa es un punto de partida, no un fin. Su letra muerta, por falta de inspecciones y sanciones, alimenta la cultura de la improvisación: casetas sin sombra, agua caliente, pausa obligatoria de 5 minutos cada dos horas o la mera recomendación de “ir despacio”. Desde USO exigimos:
- Protocolos colectivos vigentes, negociados en convenio, que definan umbrales biométricos y protocolos de evacuación.
- Turnos rotatorios y refuerzos de plantilla en meses de calor para garantizar descansos reales.
- Inversión pública y empresarial en espacios de climatización, vestuario técnico, botiquines de primera respuesta y formación obligatoria en estrés térmico.
- Estudios epidemiológicos financiados por el Estado, que identifiquen sectores y zonas geográficas de mayor riesgo, para orientar políticas preventivas focalizadas.
USO exige un cambio de paradigma en la gestión del trabajo y la salud. Frente a la lógica de maximizar horas de producción, es el momento de priorizar la capacidad de las personas para vivir y crear. Solo así invertiremos el falso dilema entre empleo y salud, dotando a la acción colectiva de mecanismos reales de control y sanción.
El calor extremo no es un accidente, sino un síntoma del modelo productivo que sacrifica vidas en pos del beneficio inmediato. Urge reforzar la inspección, blindar derechos en convenios y empoderar a los colectivos más vulnerables. El sindicalismo debe articular no solo reclamos salariales, sino también demandas de clima laboral, bienestar y resiliencia frente al cambio climático. Porque la verdadera vuelta al trabajo debe garantizar que regresar al centro laboral no sea jugarse la vida.
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