En el Día Internacional de la Juventud, en USO le quitamos los filtros y denunciamos su precariedad laboral y futuro incierto
La ONU estableció el 12 de agosto como Día Internacional de la Juventud en 1999 “para llamar la atención de la comunidad internacional sobre los problemas de la juventud”. Una máxima que, desde entonces, se ha tenido que recordar cada año.
En este 2025, en USO denunciamos que la juventud sigue atrapada en la precariedad. El mercado laboral no ofrece a las personas jóvenes ni estabilidad ni salario digno ni oportunidades reales de futuro. Y todo esto, en un contexto en el que la mayoría de sus ingresos se destinan a vivienda, casi el 90 %. Así lo revela nuestro informe “Jóvenes sin filtros”.
Este estudio pretende dar cuenta de una situación hostil, en la cual la población joven se enfrenta a serios desafíos que limitan su desarrollo integral, con proyectos de vida determinados por las condiciones estructurales de un contexto en el que se les ha exigido mucho y se les está dando poco a cambio. Esta es la realidad de 8.120.426 personas de entre 15 y 29 años, quienes, de media, lograrán emanciparse ya después de los 30 años, una edad que, formalmente, se encuentra fuera de lo que se considera juventud.
Juventud sobrecualificada
Tenemos una juventud sobrecualificada. Pero el mercado laboral le está quedando a deber, ya que existe una desconexión entre el sistema educativo y la inserción laboral. Las personas jóvenes que logran obtener un trabajo en la rama de estudios que cursaron son vistas como privilegiadas. Sin embargo, deben conservarlo pese unas frágiles condiciones laborales.
A la fecha, la tasa de jóvenes “ninis” se sitúa en el 12,3 % de la población, tasa que supera a la europea en dos puntos: 11,2 %. En contraposición, las personas jóvenes que compatibilizan estudios con trabajo; es decir, personas “sisis”, representan el doble, el 23 % de las personas jóvenes en España.
Desde hace años, hemos puesto atención en las personas “ninis”, a quienes se ha estigmatizado y sancionado socialmente. Sin embargo, no nos hemos centrado en que las condiciones que atraviesan son producto de un sistema económico y social.
“Además, es necesario cuestionarnos por qué no ha tenido la misma proyección la cifra de “sisis”, que representan un porcentaje más amplio de jóvenes”, reflexiona Lourdes Pedrazuela, secretaria de Políticas Sociales, Igualdad y Formación de USO.
Paro
El paro en la población de 16 a 29 años se sitúa en 19,9 %, cifra muy superior a la media nacional del 11,5 %. La parcialidad, otro de los grandes desafíos en el empleo juvenil, afecta al 26,9 % de las personas en ese mismo rango de edad. Los ingresos de la juventud son insuficientes y ocasionan que muchas y muchos vivan en condiciones de pobreza laboral y/o en riesgo de pobreza y exclusión social.
Ante este contexto, muchas de las personas jóvenes tienden a aparentar una cierta estabilidad y a mostrar una mejor cara ante la precariedad, poniendo “filtros” a su situación real: no poder pagar el alquiler, tener contratos parciales o intermitentes, contar con salarios precarios, hacer horas extras no pagadas, sentir que sus derechos laborales no les protegen ante sus empresas o personas empleadoras… Estos obstáculos no son problemas atribuibles a un aspecto individual, sino a un gran problema colectivo.
Por ello, desde USO exigimos medidas urgentes y estructurales para revertir la precariedad juvenil. Es prioritario garantizar mejores condiciones laborales y salarios dignos, y el control efectivo de la temporalidad abusiva, así como un plan de acceso a la vivienda que incluya medidas sociales y regulación del precio de la vivienda.
La precariedad juvenil no es inevitable: es el resultado de decisiones políticas, económicas y sociales que pueden y deben revertirse. El país necesita una juventud con derechos, con futuro y con voz. Y esa voz debe ser escuchada en las calles, en las redes sociales, en las instituciones y también en los centros de trabajo.
Pensar en juventud no es pensar en el futuro. Se trata de actuar en el presente para poder garantizar un mejor acceso a derechos, a salarios suficientes e incluso a futuras pensiones de jubilación que permitan vivir con dignidad. La juventud no necesita filtros, necesita derechos.
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