La concepción del trabajo ha experimentado grandes cambios en las últimas décadas, en las que el desarrollo tecnológico y el de las comunicaciones han supuesto un antes y un después en la manera de articular los sistemas productivos, con la utilización masiva de teléfonos móviles, tablets y otros dispositivos.  La velocidad a la que circula la información y su cantidad a procesar hacen que los requerimientos cognitivos cada vez sean mayores en muchos de los puestos de trabajo. A ello se suma la necesidad de dar respuestas rápidas a la información en un contexto laboral exigente, globalizado, competitivo y, con frecuencia, altamente precarizado.

Estos cambios afectan directamente a las condiciones de trabajo en que trabajadoras y trabajadores desarrollan sus tareas, incluyendo las características relativas a la organización y ordenación de este, que pueden influir sustancialmente en la magnitud de los riesgos a que se encuentran expuestos. Las estadísticas y estudios internacionales realizados en los últimos años apuntan un impacto cada vez mayor de los riesgos psicosociales en el trabajo, lo que preventivamente es un indicador de alarma sobre la necesidad de actuar.

La ansiedad, la astenia, el insomnio crónico, los trastornos vasculares, respiratorios y digestivos son solo algunos de los posibles efectos para la salud que pueden tener su origen en los factores psicosociales y en situaciones de estrés prolongado relacionadas con estos, los cuales suelen estar muy presentes en organizaciones precarias y poco comprometidas con la prevención.

Los daños derivados del trabajo relacionados con riesgos psicosociales no controlados tienen una naturaleza multicausal: hay varios factores de riesgo que actúan simultáneamente sobre la persona, pudiendo llevarla a situaciones de insatisfacción con lo que hace, fatiga y pérdida de salud. Por ello, uno de los puntos fundamentales para crear organizaciones más saludables es evaluar estos riesgos y establecer y planificar medidas para controlarlos, de forma que se elimine o reduzca al máximo su incidencia negativa en el trabajo. Un aspecto de base es identificar los principales factores de riesgo psicosociales que pueden presentarse en el ámbito laboral, los cuales pueden manifestarse en actividades y sistemas de trabajo muy distintos y con intensidades muy variables. Seguidamente, a modo orientativo, pasamos a destacar algunos factores:

  • Tiempo de trabajo (TT): se centra en aspectos vinculados a la ordenación y planificación temporal de la actividad que se realiza a lo largo de la semana y de cada día de la semana. Su mayor o menor incidencia sobre la persona puede variar dependiendo de los periodos de descanso con que esta cuente en su actividad, su cantidad y calidad, así como del impacto que tiene el tiempo de trabajo en su vida familiar y social.
  • Autonomía (AU): pone la atención en la capacidad y posibilidad que tiene la persona para gestionar su ejercicio profesional, tanto desde una perspectiva temporal como decisional.
  • Carga de trabajo (CT): representa el nivel de demanda de trabajo al que la persona ha de hacer frente. En general, se entiende que la carga de trabajo es elevada cuando hay muchas tareas a las que dar respuesta y cuando la respuesta a dar resulta compleja. En este factor inciden directamente las presiones de tiempos, el esfuerzo de atención y la cantidad y dificultad de las tareas.
  • Demandas psicológicas (DP): considera la naturaleza de las exigencias a las que se ha de hacer frente en el trabajo, las cuales pueden ser cognitivas y emocionales.
  • Variedad/ Contenido de trabajo (VC): relacionado con que la persona perciba que lo que hace tiene sentido y utilidad en sí mismo y le permita realizar distintas actividades, suponiendo para esta una recompensa en términos de logro, reconocimiento, aprecio o satisfacción.
  • Participación/ Supervisión (PS): este factor contempla, por una parte, el control que puede ejercer la persona en lo que hace a través de su participación en diferentes aspectos del trabajo y, por otra, el control que ejerce la organización sobre la población trabajadora en el desempeño de sus actividades.
  • Interés por el trabajador/ Compensación (ITC): considera el grado en que la empresa se preocupa personalmente y a largo plazo por la persona, así como el nivel de equilibrio existente entre lo que la persona aporta a esta y lo que recibe de ella.
  • Desempeño de rol (DR): abarca todos aquellos problemas que pueden derivarse de la definición de los cometidos del puesto de trabajo, comprendiendo la falta de claridad de rol, el conflicto de rol y la sobrecarga de rol.
  • Relaciones y apoyo social (RAS): comprende aquellos aspectos de las condiciones de trabajo que se derivan de las relaciones que se establecen entre las personas en el entorno laboral, las cuales pueden atenuar el estrés a través del apoyo social, o, por el contrario, incrementarlo.

Muchos de estos factores suelen concurrir en organizaciones precarias, las cuales se caracterizan por ser grandes destructoras de salud, con las consecuencias que ello conlleva para trabajadoras, trabajadores, sus familiares directos y la sociedad en su conjunto.

Desde USO, entendemos que la intervención psicosocial, evaluando estos factores de riesgo, aplicando medidas para combatirlos y realizando seguimientos periódicos sobre la incidencia de estos en el trabajo es una herramienta clave para crear organizaciones más saludables. Asimismo, entendemos que se hace cada vez más necesario que las empresas venzan el miedo a la actuación sobre los factores psicosociales, ya que difícilmente podrán reducir su siniestralidad y su absentismo, y, mejorar en términos de satisfacción laboral, resultados e imagen corporativa ignorando o negando su repercusión y trascendencia en la salud de las personas.