En el Día Internacional de la Democracia, USO pone el foco en el riesgo que para esta representa el aumento de la desigualdad acuciado por la pandemia

USO se une a la celebración del Día Internacional de la Democracia, instituido en 2007 por la Asamblea General de las Naciones Unidas. A raíz de la pandemia, los países se han visto sometidos a importantes desafíos sociales, políticos y legales a nivel mundial. Por ello resulta imprescindible seguir defendiendo el Estado de derecho y cumplir con la normativa internacional y con los principios básicos de legalidad.

A esto hay que añadirle el peligro que supone para la supervivencia de la democracia el aumento de la desigualdad de las últimas décadas y que la pandemia ha acuciado. Incluso en países desarrollados con una larga trayectoria democrática, el incremento de las desigualdades económicas imposibilita los pilares básicos de la democracia.

Reforzar las democracias para salir de la crisis

La ONU ya alertó el año pasado sobre la importancia de respetar y proteger, entre otros derechos, la libertad de expresión y de prensa, la de información y la de asociación y reunión. Con la pandemia se ha podido ver que en muchos países esto no ocurre. Algunos países han adoptado medidas para controlar la circulación de información y reprimir la libertad de expresión a través de arrestos, detenciones, enjuiciamientos y persecuciones a opositores políticos, periodistas, personal médico y de salud, activistas y líderes sociales; con el aumento de la vigilancia en línea; o el aplazamiento de elecciones.

El Índice Global de Derechos de la Confederación Sindical Internacional (CSI), de la que USO forma parte, alertaba además de las desastrosas consecuencias que estaba teniendo la crisis derivada de la pandemia en los derechos de las personas trabajadoras. Gobiernos y empresas aprovecharon para despedir a trabajadores por haber expuesto información vital sobre la propagación del virus en lugares de trabajo, violar los derechos de negociación colectiva, aumentar la vigilancia sobre los trabajadores y restringir la libertad de expresión y reunión.

Esta situación de restricción de derechos se ve agravada por la presencia de discursos que fomentan el odio hacia determinados colectivos vulnerables.

Se hace imprescindible tomar medidas como luchar contra la desinformación y el discurso de odio. Pero además dar a conocer los desafíos de la desigualdad y la deficiente prestación de servicios agravados por la crisis. En este sentido se debe enfocar específicamente en las necesidades y derechos de las mujeres, jóvenes, las minorías y otras poblaciones marginadas, de forma que los Gobiernos rindan cuentas.

Luchar contra la desigualdad es reforzar la democracia

El incremento de la desigualdad puede tornarse en incompatible con la democracia. Por un lado, al aumentar el poder de aquellos que tienen la mayoría de los recursos económicos, aumenta el riesgo de utilizar su posición para evitar cualquier tipo de redistribución de la riqueza. Y, por otro, la creciente desigualdad impide ejercer los derechos democráticos básicos en igualdad de condiciones.

En la medida en que la participación política y la capacidad de influir dependan de la capacidad económica, aumentará el riesgo de asimetrías de poder que actúan en contra del sistema democrático. De este último aspecto, la participación ciudadana (no únicamente a través de las elecciones, sino también de los partidos políticos, los sindicatos, las plataformas ciudadanas…), depende en buena medida la salud democrática de un país.

Países con niveles altos de desigualdad, como es el caso de España, corren el riesgo de ver aumentar los niveles de desconfianza de la ciudadanía hacia las instituciones y el sistema político. Los datos de opinión pública demuestran que, en Europa, aquellos países con sociedades más igualitarias confían más en las instituciones, se sienten más capaces de influir en el sistema político y muestran menos desafección.

Una de las formas de combatir la desigualdad y la pobreza es a través del sindicalismo. Sin embargo, para ello es necesario profundizar en la democracia sindical, que en nuestro país está limitada por una legislación y una normativas obsoletas. Esta ataca uno de los preceptos básicos de la democracia que es la pluralidad, dificultando el trabajo como interlocutor social de sindicatos como USO, tercera fuerza en términos de representatividad sindical. A pesar de esto, USO sigue trabajando en el día a día defendiendo los derechos de los trabajadores, aportando su grano de arena en la construcción de una democracia sólida y que vele por los derechos de todas las personas.