Hoy, 1 de diciembre, se conmemora el Día Mundial de la lucha contra el SIDA, bajo el título “Mi salud, mi derecho”. En base a los datos registrados desde el descubrimiento -a principios de los años 80- del denominado “Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida” hasta los tiempos presentes, esta enfermedad se ha ido constituyendo como una de las más severas epidemias conocidas a lo largo de la historia de la humanidad, causando millones de muertes en el conjunto del planeta y ocasionando además graves repercusiones económicas y desequilibrios sociales como consecuencia de ella.

Han pasado cerca de 30 años desde que en 1988 se celebrara por primera vez este día y pese al largo camino que queda por recorrer en la lucha contra esta enfermedad han sido importantes los avances médicos conseguidos desde entonces, los cuales se han ido plasmando cada año en esta fecha, a través de datos diversos e informes sobre la evolución en el tiempo de la pandemia y los resultados de las investigaciones frente a la misma. Así por ejemplo, en el año 2000 apenas unas 685.000 personas en todo el mundo tenían acceso al tratamiento antirretrovírico contra el VIH (“Virus de Inmunodeficiencia Humana”) mientras que a junio de 2017 son ya cerca de 20,9 millones de personas las que cuentan con él.

A modo orientativo, en 2016 según los datos estadísticos procedentes de la Organización de las Naciones Unidas:
• Cerca de 19,5 millones de personas contaban con acceso a la terapia antirretrovírica.
• 36,7 millones vivían con el VIH en todo el mundo.
• Alrededor de 1,8 millones de personas contrajeron la infección por VIH.

La campaña de este año tiene su sustento en la propia Declaración Universal de los Derechos Humanos, la cual consagra, entre otros, el derecho a la salud de las personas, sean quienes sean y vivan donde vivan. Este derecho por su propia esencia está estrechamente relacionado con otros a garantizar por las sociedades, como son los derechos a la dignidad de las personas, a la integridad física y moral, a la vivienda, al acceso a alimentos, a la justicia, al acceso al empleo, a la igualdad y no discriminación, así como a unas condiciones de trabajo saludables.

Centrando la atención en la esfera laboral, es posible destacar que hoy en día son muchos los retos a afrontar en lo referente a los derechos de las personas con VIH/SIDA en el trabajo, lo cual se traduce, fundamentalmente en la necesidad de puesta en práctica de al menos dos grandes grupos de actuaciones a promover por los poderes públicos, organizaciones y empresas:
• De una parte, es necesario formular acciones encaminadas a asegurar unas condiciones seguras en los lugares de trabajo, a fin de evitar nuevos contagios de trabajadoras y trabajadores por VIH. Dentro de este bloque cabe hacer especial énfasis hacia aquellas actividades de riesgo, en las que es más fácil que las personas puedan estar expuestas a agentes biológicos a través de útiles o instrumentos contaminados, tal como por ejemplo sucede, entre otros colectivos, en el caso de los profesionales/as sanitarios o de aquellos/as encargados del cuidado de personas.
• De otro lado, es imprescindible formular acciones dirigidas a las personas portadoras de VIH/SIDA que garanticen sus derechos en la sociedad desde una perspectiva transversal, fomentando su mayor integración posible, tanto en el acceso al empleo como durante su ejercicio, lo que ineludiblemente pasa por cuestiones tales como eliminar cualquier forma de discriminación a través de protocolos o planes de igualdad, e informar socialmente sobre el VIH/SIDA a fin de evitar miedos injustificados hacia las personas afectadas que contribuyan a generar o alimentar situaciones de discriminación.

Desde USO aprovechamos para resaltar la necesidad de abordar estos y otros retos de forma activa y continua en nuestra sociedad. En ese sentido, solo en la medida en la que todos estemos comprometidos con ellos podremos contribuir a eliminar las barreras que hoy en día siguen existiendo para las personas afectadas por VIH/SIDA, a fomentar la igualdad real de oportunidades de estas dentro y fuera del trabajo, así como a incentivar una cultura social concienciada en esta materia que facilite el desarrollo de investigaciones científicas y el mayor grado posible de accesibilidad a los correspondientes tratamientos médicos antirretrovirales.