El 1 de octubre de 1919, entró en vigor la jornada laboral de ocho horas diarias, hoy luchamos por una nueva reducción

Hace 106 años, el 1 de octubre de 1919, entró en vigor la jornada laboral de ocho horas diarias, aunque no la jornada de 40 horas, sino de 48, con un solo día de descanso. Esta gran conquista histórica fue fruto del movimiento sindical y del coraje de miles de trabajadores que, juntos, pararon la economía del país. Y se logró algo más de un siglo después de que el padre intelectual de la jornada de 8 horas, Robert Owen, acuñara la célebre frase que inspiró el movimiento por la jornada de ocho horas: “ocho horas de trabajo, ocho horas de recreo, ocho horas de descanso”.

Este lema, de 1817, fue pisoteado por la revolución industrial, que empleó a los obreros, entre ellos millones de niños menores de 10 años, de la manera más explotadora posible. Durante todo el siglo XIX, las atrocidades vistas en las fábricas, en plena expansión de la productividad, fueron provocaron pequeñas revueltas y avances.

En Inglaterra, Francia y Estados Unidos, buques insignia de la revolución industrial, se fueron consiguiendo poco a poco prohibiciones sobre el trabajo infantil; así como mejoras en las jornadas. En muchos casos, escalonadas por edad.

En el caso de España, el mayor avance contra el trabajo infantil y las jornadas maratonianas se dio en 1873. Con la Ley Benot, nuestro país fue pionero en legislar el trabajo de los niños y adolescentes en la industria. Pero aún quedaba casi otro medio siglo para llegar a la jornada laboral de 8 horas.

Huelga de La Canadiense

Estados Unidos a finales del siglo XIX, Australia a lo largo de esa segunda mitad de siglo e Inglaterra, únicamente para minas en 1908, fueron pioneros en la implantación de la jornada laboral de 8 horas. En Hispanoamérica, el primer paso lo dio Uruguay, en 1915. Pero en Europa, a pesar de ese intento sectorial inglés, la ansiada reducción de jornada aún no llegaba.

De ahí la gran importancia que tuvo la implantación en España. Sin ser capital industrial, el movimiento sindical consiguió un hito para todo el continente.

La jornada de 8 horas llegó tras la famosa huelga de 1919 conocida como “huelga de La Canadiense”, una empresa eléctrica de Barcelona. Duró 44 días y se estima que participaron en ella unas 100.000 personas, tras extenderse primero a toda la ciudad y, después, a gran parte de Cataluña. La lucha obrera paralizó literalmente la economía.

“Esta huelga nace como respuesta solidaria al despido por represión sindical de 8 compañeros que recurrieron a su sindicato cuando la empresa decidió bajarles el sueldo. La extensión de esa ola de apoyo en la compañía, que se tradujo más represión, convirtió esta huelga en otra cosa. De pronto, la huelga de La Canadiense no era una huelga por las condiciones en la empresa. El resto de trabajadores vio amenazado su derecho de sindicación, que tanto había costado conseguir. Es una huelga que todo el movimiento sindical debe reconocer, recordar y reivindicar como un éxito colectivo de todos”, resalta Joaquín Pérez, secretario general de USO.

Huelga general y represión

En la huelga, cada sector puso de su parte. Al darse en primera instancia en servicios de abastecimiento, prácticamente ninguna industria podía trabajar. Pero, además, el sindicato de artes gráficas también se hizo con el control de las imprentas, pararon los ferrocarriles y, como resultado, la huelga pasó a ser general el 12 de marzo.

Durante las semanas en que se extendió la huelga, hubo intentos de negociación, pero, sobre todo, más represión. La represión se respondió con más fuerza de la lucha sindical y más solidaridad con los represaliados. Se instauró al fin en el Gobierno el miedo a una huelga general en todo el país y no solo fue aviniéndose a negociar, sino que se vio obligado a relevar a responsables de sus cargos para encontrar perfiles que pudieran acometer mejor la negociación.

“La fuerza de la unidad y la persistencia valió un triunfo histórico. No para ellos, para todos. Y no para los sindicalistas, cuya labor salió reforzada de la lucha, sino para todos los trabajadores. Nos viene bien recordar de vez en cuando lo necesaria que es la unidad y hacer fuerza común por una causa. Ninguna gran conquista social o laboral se ha hecho desde el individualismo o la han regalado: ha llegado por la lucha colectiva”, recuerda Pérez.

Jornada laboral de 8 horas

Esa posición de fuerza para negociar el fin de la huelga se tradujo en el logro de reivindicaciones históricas. Se obtuvo la libertad de todos los encarcelados por el conflicto, la readmisión de los despedidos sin represalias posteriores, pago del mes en huelga y subida de sueldo del personal de La Canadiense. Pero lo que se extendió a todos los trabajadores fue la jornada laboral máxima de ocho horas. El acuerdo fue refrendado en una macroasamblea en la plaza de toros de Las Arenas, a la que se estima que acudieron unas 25.000 personas.

El 3 de abril de 1919, se firmó el decreto que regulaba la jornada laboral de ocho horas diarias y 48 horas semanales. España fue, después de la URSS, el segundo país europeo en conseguir la reducción de jornada. No obstante, al aplazar su entrada en vigor hasta el 1 de octubre, Francia se adelantó en su implantación. En el país vecino, la presión trabajadora y sindical había sido similar. Ante el temor de una huelga general, la ratificaron el 23 de abril de 1919 y declararon el 1º de Mayo como día festivo.

Ese mismo año, se fundó la Organización Internacional del Trabajo, cuyo primer convenio trata precisamente sobre las horas de trabajo, con inspiración en esas leyes pioneras.

Jornada laboral de 8 horas… y semanal de 40

Es primer logro de la jornada laboral de 8 horas no supuso la jornada tal y como ha llegado hasta nuestros días. La jornada diaria de ocho horas tenía aparejada una jornada semanal de 48 horas. Tuvieron que pasar más de seis décadas para un nuevo avance: la jornada laboral diaria de 8 horas, sí, pero de cinco días. Es decir, la jornada laboral semanal de 40 horas. La legislación laboral de 1983 que llega hasta nuestros días. Desde entonces, otras cuatro décadas.

“No se pueden comparar los contextos históricos ni pedirnos que esperemos un siglo o medio siglo para avanzar. La reducción de 48 a 40 horas tardó 64 años en llegar. Pero, en medio, hubo una cruel Guerra Civil y una larga dictadura que sumaron casi 40 años, hubo un contexto internacional de guerra mundial y crisis generalizada en los 70. Y, con el franquismo, una prohibición total del derecho de huelga, de sindicación y de protesta en general. Sin embargo, no se entienden estos 42 años, en plena democracia y con los avances tecnológicos, sin que estos se traduzcan en avances sociales”, reflexiona Joaquín Pérez.

Para el secretario general de USO, “en este primer cuarto de siglo, se han reducido los tiempos de los procesos productivos a un ritmo desconocido hasta ahora. Y no lo vemos. El conjunto de los trabajadores no lo vemos reflejado en mejoras en nuestras vidas. Al contrario: sí se trabajan menos horas, es inevitable. Pero esa reducción de horas de trabajo se traduce en el aumento continuo de los contratos a jornada parcial. Eso no es una reducción de la jornada laboral. Es cobrar menos por el mismo resultado productivo”.

La paradoja de alargar jornadas

La jornada laboral media es hoy de 31 horas. Es la más baja desde el inicio de siglo y decrece paulatinamente con el paso de los meses, desde algo más de 33 horas que se registraban al inicio de la crisis financiera de 2008.

“Muchos convenios ya recogen una jornada semanal menor a las 40 horas. Y en las Administraciones Públicas es de 37,5 o 35 horas. Pero que no nos engañen con los números: se usa a veces este dato de las 31 horas como que ya está reducida la jornada. No. Aquí se habla de la media de jornada, entran muchísimas jornadas parciales. Que, como reiteramos, son cada vez más habituales. Y esas jornadas parciales tienen menos horas, sí, pero también menos derechos. Lo que sí queda claro es que, si presumimos de que la economía crece y lo hace con menos horas trabajadas, el beneficio debe ser para todos”, refuerza Pérez.

Porque “no solo no ha salido adelante por el momento la reducción de la jornada laboral a 37,5 horas semanales, es que hemos tenido que escuchar burradas como que hay que ampliar las horas extraordinarias que se pueden hacer anualmente por ley. Todo, a raíz de regular el registro de jornada. ¿Se pretende una amnistía al trabajo en negro? ‘Sí, ahora empezaré a pagártelas porque figuran, pero que me adapten la ley para que no se note que la he estado incumpliendo’. No, si hay cientos de miles de personas trabajando a jornada parcial indeseada, no se puede ampliar el número de horas extras anuales por ley. Hay que crear empleo y dignificar el que ya hay”, reivindica el secretario general de USO.

Otros tipos de jornada laboral

Joaquín Pérez va más allá en la reducción de jornada. “No solo defendemos una jornada laboral aún menor, de 35 horas semanales. Es que creemos que se puede ir más allá. Incluso grandes empresarios, no sindicalistas, defienden jornadas de 36 horas repartidas en tres días, o jornadas diarias de ocho horas en cuatro días. Quizá la fórmula adecuada dependa de los sectores, incluso con la jornada laboral de 40 horas vigente hay turnos y jornadas especiales que se ciñen a una jornada anual y no semanal. Pero lo que está claro es que todos debemos ganar tiempo, calidad de vida. No solo los beneficiarios del recorte de esos tiempos en la producción”.

Porque, recuerda, “en los últimos años se ha puesto el foco al fin en la salud mental de los trabajadores. Y queda claro que un equilibrio sano entre la vida profesional y la personal mejora el rendimiento laboral. Sí, vamos a hablar en términos economicistas, para que no haya dudas de que es bueno para todos: el tiempo libre genera riqueza. Genera consumo. Genera sectores, crecimiento, puestos de trabajo. Y, desde el sindicalismo, le decimos a la economía que podemos hablar en sus términos, pero vamos a pelear con los nuestros. El sindicalismo de hoy quizá no actúe como se actuó en La Canadiense. Pero, a fuerza de unidad, de negociación colectiva y de sentido de pertenencia, conseguiremos que cada vez pase menos tiempo entre una reducción de jornada laboral y otra”.