Hace un año, hablábamos de esenciales, de primera línea, de ERTE… pero también de sectores con sobrecarga de trabajo por el covid. ¿Cómo vivieron aquella presión y cómo están ahora?

¿Cómo estábamos hace un año, cómo estaban esos trabajadores que padecieron la sobrecarga de trabajo por covid? Termina abril de 2021 de una forma muy diferente al gris y solitario abril de 2020. Por entonces, en USO preparábamos un 28 de abril al que al fin se le daba, en el conjunto de la sociedad y los medios, el protagonismo que siempre defendemos desde USO que tiene: la salud como pilar de un trabajo seguro y decente. Y preparábamos, todavía desconcertados por la situación en la que vivíamos, un 1º de Mayo falto de su esencia principal: la calle, la multitud, los gritos, las consignas. Sí, también la alegría y la fiesta. La fiesta del Día del Trabajo.

En aquel abril de hace un año, con prórrogas constantes del estado de alarma; con nuestros niños en casa; con los hospitales y nuestro personal sanitario aún desbordados, con el personal expuesto a los contagios en los centros sanitarios, en las calles, en los servicios esenciales… con un millón más de personas en paro y otras tantas en ERTE, había sin embargo sectores donde la tónica fue la contraria: la sobrecarga de trabajo por efecto del covid. Un año después de que estallara nuestra mayor pesadilla social, en USO cerramos la serie dedicada a visibilizar a algunos de los protagonistas silenciosos del coronavirus con las personas que se vieron desbordadas en sus puestos de trabajo.

La fiebre por las compras del covid: sobrecarga en supermercados, también en industria

En marzo y abril de 2020 comprábamos como si no hubiera un mañana. Lo vivió el personal de supermercados y comercio imprescindible. Antes de llegar a las estanterías, esa sobrecarga de consumo básico por el miedo al desabastecimiento por el covid se vivió en las líneas de producción. La industria alimentaria no paró. La industria alimentaria engrasó sus motores y aumentó el número de marchas al límite.

Julio Alberto Gómez es secretario del comité de empresa por USO en Greenmed de Cartaya, Huelva. “Por la incertidumbre, se disparó el consumo. Así que a nosotros nos aumentaron los pedidos mucho más de lo que es habitual para marzo y abril. Llegamos a cubrir todos los turnos con sus respectivas horas de trabajo completas, algo que había dejado de ser habitual”.

Greenmed provee de frutas, cítricos, al gigante de la distribución Mercadona. “Los supermercados le aumentaron un 20% el salario a sus trabajadores y nuestra empresa, no sabemos si por exigencia de estos, por voluntad propia o para apaciguar nuestros ánimos y miedo, también nos aplicó esa subida durante medio mes de marzo y todo abril. Pero lo peor no era trabajar a destajo, sino el miedo. Teníamos mucho miedo y tensión en un clima de falsa normalidad”, recuerda Gómez.

Ni un minuto de descanso y mucha incertidumbre

Acesur tiene su centro de trabajo en Vilches, Jaén. Esta empresa dedicada a la oliva, a la producción de aceite, en ningún momento dejó de ser esencial. Máximo Ciudad Real es jefe de línea y presidente del comité de empresa por USO. “Es impensable teletrabajar en una actividad así. Íbamos cada día sin saber a qué nos exponíamos. La falta de información imposibilitaba una correcta prevención. Somos 400 personas en mi planta y, por el tipo de producción, no hemos parado en ningún momento. No ha habido ERTE ni ERE, pero el sentimiento generalizado en aquellos meses al ir a trabajar era de resignación”.

Máximo describe ese sentimiento generalizado como “un momento en el que nadie podía salir a la calle, tú tienes a tu familia en casa, a los niños sin poder ir al colegio… En definitiva, todo el mundo está tratando de aislarse lo máximo posible para no contagiarse de un virus que ya veíamos como tan mortal… y te planteas si de verdad es necesario el riesgo que asumes para ti mismo y para los que te rodean”.

Productos agrícolas… y los elaborados cárnicos. Ninguna industria alimentaria tuvo un minuto de descanso en la primera ola de la pandemia. “La carga de trabajo no disminuyó, sino que aumentó. Debíamos cumplir con un crecimiento de la demanda para comercios y para particulares”, rememora Alfonso Callejo, responsable de Industrias Cárnicas de FI-USO. “Teníamos que proveer tanto a comercio minorista como a las grandes superficies alimentarias, que pedían más suministro del habitual. Y con muchas deficiencias en las medidas de seguridad. En algunos casos, se puso por delante conseguir una máxima producción que garantizar la protección de los trabajadores”, lamenta el también secretario de Acción Sindical de USO en la zona Noreste de Castilla y León.

La prevención: en primer línea

Precisamente en torno a las medidas de prevención, las actuaciones de las empresas fueron dispares. En algunos casos, condicionadas por la situación general más que por la propia voluntad. “Desde el primer momento, el comité de Seguridad y Salud solicitó una reunión con la empresa para elaborar un protocolo contra los contagios. Pero daba igual lo que pusiéramos por escrito: la escasez de recursos como geles hidroalcohólicos y mascarillas imposibilitaban el reparto necesario y generaba tensión entre los trabajadores día a día. Escalonamos las entradas y salidas y las presencias en espacios comunes. En cuanto a los trabajos que implicaban distancias menores a 2 metros entre operarios, tratamos de no realizarlos o reorganizarlos. Eran las medidas que podíamos tomar en aquellos momentos con lo poco que se sabía. Creo que, dentro de la anormalidad y desconocimiento, se eliminaron muchos riesgos”, refleja Máximo.

Los “mensajes y recomendaciones cambiantes” es también lo que recuerda Julio Alberto. “Había tanta ambigüedad que a veces nuestras reivindicaciones quedaban legalmente desamparadas. Se trabajaba al día: según se anunciaba una medida, se actualizaba la situación. Lo que ayer no era posible, hoy sí. Desde el Comité de Seguridad y Salud, integrado por compañeros de USO, se ha exigido el máximo cumplimiento de las acciones de prevención por el bien de todos”.

Todo ello, además, con otras medidas cambiantes, las de movilidad, que han afectado especialmente al sector primario y su industria transformadora.

En algunas de estas empresas, recuerda el responsable de FI-USO-Castilla y León, “conseguimos gratificaciones. Gracias a la presión sindical, los trabajadores percibieron pluses de producción durante lo peor del estado de alarma”.

¿Ha cambiado esa situación de sobrecarga y de prevención frente al covid?

El presidente del comité de Acesur lo tiene claro: ahora se trabaja con seguridad. Después de los primeros meses de escasez, los protocolos de riesgos covid han dado sus frutos. “En mi empresa hemos conseguido un protocolo muy estricto, tanto en el uso de mascarillas como con las distancias de seguridad, limpieza, desinfección de superficies… Ya al principio de la pandemia, pese a faltarnos los EPI como a todo el mundo, se contrató personal de limpieza extra para zonas comunes y este personal se mantiene un año después”.

No obstante, sí mantienen la lucha “por mantener el teletrabajo. En las secciones donde se podía, se hizo en los primeros meses. Pero ahora ya no se mantiene. Consideramos que el riesgo de contagio es aún muy elevado y, cuanta más gente pueda y quiera estar trabajando desde sus casas, menor es ese riesgo para todos”.

También desde Burgos Alfonso Callejo percibe esa mejora en la protección: “además de stock de EPI, hay otras medidas, como separadores entre los trabajadores en los comedores, cambios de horarios de entrada y salida escalonados…”

En Greenmed, la situación es diferente. “Los trabajadores hemos normalizado las medidas, pero a veces tenemos choques con la empresa porque se relaja. Lo que sí ha cambiado radicalmente es el ritmo de trabajo, pues este año estamos muy por debajo de la producción de estos mismos meses de 2020”.

Esa normalidad, no obstante, preocupa al representante sindical de USO en Acesur, que también la percibe. “Se nota en el día a día una relajación. Algo que es bueno, porque hemos aprendido a convivir con las restricciones, pero también peligroso, porque el virus sigue ahí”. Un comportamiento, no obstante, normal en toda la sociedad: la fatiga pandémica, que nos obliga a seguir alerta contra el virus ahora que nos hemos acostumbrado a él y no estamos siempre alerta.

El cajón de sastre de las ayudas por covid: la sobrecarga del SEPE

No fabrican nada, no llevan la mercancía a los supermercados. Pero los trabajadores del SEPE han sido, desde marzo de 2020, el personal más sobresaturado. ¿Su exceso de producción? Llevar sobre sus hombros, de repente, la carga de trabajo y la responsabilidad moral de que un millón de personas, de un día para otro, tuvieran que recibir las prestaciones especiales.

En general, los mandaron a casa, a teletrabajar. Pero “además de dedicar más horas de las que corresponden para sacar el trabajo adelante, tuve que comprarme un portátil de mi bolsillo para trabajar en casa, utilizar mi propio teléfono con llamada oculta para contactar con los usuarios e improvisar un escritorio. Teníamos que pelearnos con la inestabilidad del sistema informático del SEPE, que se colgaba y se cuelga de continuo, y con un aluvión de ayudas e instrucciones dispares”, rememora Ana Isabel Ruiz Escalante, delegada de USO en el SEPE.

De su oficina, en la provincia de Barcelona, a su casa. “El reto de conciliar el teletrabajo y las horas extra con un niño en edad escolar que tenía que teleestudiar”.

La frustración era la palabra más repetida entre los trabajadores del SEPE: “haces todo lo que puedes, sacrificas tu vida personal y, sin embargo, parece que avanzas. Desde los medios de comunicación no cesan las críticas a la gestión, al retraso en el pago de las prestaciones, a los errores en los ERTE… y esa crítica sobre quien ha recaído no es sobre los gestores que no han reforzado los sistemas y el personal del SEPE, sino sobre el trabajador, que no puede con el estrés pensando que de él depende incluso el hambre de muchos ciudadanos”, ilustra Escalante.

¿Ha mejorado la situación del SEPE después de un año?

La sobrecarga en la industria alimentaria se ha ido aliviando, con algunos picos, no así en el SEPE, con sus nuevas prestaciones-covid. “Los expedientes son cada vez más complejos y los errores en un mismo expediente se concatenan. Para resolver algunos ERTE con particularidades o las nuevas ayudas no hemos recibido formación, solo instrucciones cargadas de contradicciones”, se queja la delegada de USO en el SEPE.

Una Administración sin digitalizar que es reflejo de la sociedad: “muchos ciudadanos no tienen correo electrónico. Solo podemos contactar con ellos por teléfono, multiplicando el tiempo de atención. Tienes que mandarles la notificación por escrito, pero finalmente tiene que ser un requerimiento por correo ordinario. La ciudadanía no tiene cultura telemática si no estaban implantados los trámites telemáticos”.

Esta situación desembocó en una huelga del personal del SEPE que USO convocó en solitario y que tuvo a pesar de ello y del miedo inculcado en oficinas enteras, un seguimiento alto. “La realidad es que ahora somos los mismos cuatro gatos que cuando empezó la pandemia. El personal de nueva incorporación aún no es productivo: ni les han facilitado formación ni nosotros podemos dedicarles tiempo. La nueva normativa aún no ha sido asumida por parte del personal, la mayoría auxiliares. Seguimos sin disponer de equipos informáticos para trabajar en casa. Y, a pesar de todo, hemos rebajado de 150.000 a 25.000 solicitudes por resolver desde el inicio de 2021.

El personal del SEPE, avisa de que están exhaustos: “hemos trabajado más del 500% de lo que hicimos en 2019, con una plantilla que ya estaba por entonces infradimensionada. Y se nos exige que sigamos trabajando al mismo ritmo sin haber mejorado en nada nuestras condiciones. Estamos extenuados, decepcionados y desmotivados”, advierte la delegada sindical de USO.